Mes: marzo 2015

El arte de la escritura en el museo de la Biblioteca Nacional

Al hablar de arte, se nos suelen venir a la mente lienzos de Rubens, esculturas de Miguel Ángel o imponentes basílicas y catedrales. Pero nada de esto hubiera sido posible sin el principal vehículo de la cultura: la escritura. Pero no solo el ámbito cultural ha sido el gran beneficiado, pues la escritura es, ante todo, un instrumento de comunicación, un fuerte y valioso nexo social. Por esta labor y por su papel de testigo del pasado e impulsora del futuro, la Historia de la escritura está recogida en numerosos museos del mundo. Hace unos días, yo visité concretamente el museo de la Biblioteca Nacional, situado en el corazón de Madrid. El edificio de la Biblioteca luce imponente con sus columnas corintias y sus infinitas escaleras salpicadas de esculturas de genios como Miguel de Cervantes, pero la auténtica magia está dentro. Si ya de por sí las profundidades de la Biblioteca resultan impresionantes, las exposiciones que ofrece su museo embriagan a los visitantes, sobre todo teniendo en cuenta las obras de arte que albergan.

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Comencé mi visita al museo de la Biblioteca Nacional adentrándome en su exposición permanente, ‘Conoce el Museo’, para aprender más sobre este importante templo cultural de la capital. Me llamaron la atención muchas cosas, como el suntuoso atuendo de los bibliotecarios en los orígenes de la institución o el ambicioso proceso de construcción, que contó con los servicios de populares arquitectos y escultores. Pero, sin duda, lo más apasionante fue ver la evolución del funcionamiento de puertas para adentro. En un principio, solo los más ricos, cultos y poderosos podían acceder a los documentos que albergaba, pero más adelante el servicio de consulta también fue accesible para las mujeres, tradicionalmente alejadas del mundo cultural, así como a obreros y estudiantes. La Biblioteca Nacional se convirtió así en un espacio tanto de estudio como de disfrute, pero también en todo un centro cultural en el que se elaboraban importantes trabajos y obras.

Precisamente en su primera sala, en una de las paredes hay un cronograma de la historia de la Biblioteca, un recorrido desde su nacimiento hasta la actualidad que va parejo a los cambios históricos (como por ejemplo, las distintas formas de gobierno de España o los conflictos bélicos nacionales e internacionales) y a las novedades científicas y culturales (desde el primer premio Nobel español hasta la creación de Google). Con esto quiero destacar que no se puede comprender el desarrollo de una institución de este tipo sin conocer su contexto político, económico, social y cultural. Y, en este sentido y desde una visión subjetiva, la Biblioteca Nacional se ha adecuado bien a los cambios y a las necesidades de la sociedad. Un ejemplo de ello es la evolución de sus herramientas de búsqueda, catalogación y consulta, cada vez más adaptadas al ecosistema digital. Y es que el mundo de la escritura y la lectura se mueve y se ve impulsado precisamente por los cambios y las necesidades sociales, por lo que los espacios culturales no pueden permanecer ajenos a ellos.

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Tras este viaje a las entrañas de la Biblioteca Nacional, las siguientes salas se vuelcan en la escritura en general. El museo tiene el claro objetivo de enseñar a sus visitantes la causa del surgimiento de la escritura y de los avances relacionados con ella, como la invención de la imprenta, así como mostrar los soportes y los instrumentos que han hecho posible su desarrollo a lo largo de los siglos. Me resultó de gran interés poder ver códices escritos en distintas lenguas, como el chino o el griego, pero también me gustó conocer sistemas de comunicación adaptados a personas ciegas o con algún tipo de disfunción psicológica. No solo había documentos escritos, por ejemplo, bajo las normas del alfabeto braille, sino máquinas que hacían posible estos tipos de escritura, lo que incide una vez más en la función social de la escritura –y, por supuesto, en los distintos nichos de mercado de la cultura escrita-.

Otro de los aspectos que pueden explorarse en el museo son los soportes de la escritura. Muy atrás han quedado ya los rollos de papiro y pergamino, que para desembocar en los actuales e-books tuvieron que transformarse en los cómodos códices, primero manuscritos y, más adelante, impresos. Esto, sin duda, influye en los hábitos de lectura y escritura, pues nada tienen que ver tampoco las antiguas cañas y plumas con los bolígrafos de tinta incorporada y, ni mucho menos, con los ordenadores y los smartphones.

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Una de las preguntas que me hice antes de llegar al museo fue la siguiente: “¿Cuál es el libro más antiguo que alberga el museo?”. El códice de Metz es la pieza que ostenta este título y, por suerte, tuve la oportunidad de ver este tratado de astrología del siglo IX en una de las salas. Además, también pude conocer algo más sobre los beatos, los códices manuscritos exclusivos de la Edad Media española, pudiendo ver también algunos ejemplares. Y, a propósito de obras icónicas, en algunas de las vitrinas descansaban ediciones de ‘Follas Novas’, ‘El Quijote’ o ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Pero la literatura no es la única que marca la Historia del mundo, sino también la prensa, por lo que sentí especial emoción al ver el primer número de antiguos periódicos como ‘El imparcial’ o ‘La gaceta de Madrid’. Resulta increíble cómo ha cambiado también el mundo del periodismo, en el que se ha pasado de los periódicos en papel en formato sábana a las webs y apps de los medios de comunicación.

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Por último, quería finalizar la narración de mi recorrido con las exposiciones temporales, muy variadas e interesantes. Una de ellas es ‘De la geometría a los pespuntes’, que muestra cómo la moda ha influido en la cultura y destaca sobre todo el papel de las mujeres en este ámbito, donde fueron menos invisibilizadas que en el resto de espacios culturales. Otra está dedicada a un personaje esencial en la Historia de la escritura, Aldo Manuzio, en la que pude ver algunos ejemplares de libros de autores clásicos como Petrarca imprimidos por este empresario veneciano, además de los libros de bolsillo que promovió y que tuvieron tanto éxito en la sociedad lectora. Con la que disfruté especialmente por su gran carga nostálgica fue con la exposición sobre el cuento popular de Hansel y Gretel, ya que pude observar ediciones y versiones del cuento de distintas épocas y zonas del mundo, presentadas en formatos muy variados como collages, además de ilustraciones de artistas contemporáneos. En último lugar, me dejé embriagar por el misticismo de la muestra dedicada a Teresa de Jesús y a su legado literario, testimonio de la importancia de los religiosos en la conservación y el avance de la cultura.

Los que estéis por Madrid esta Semana Santa tenéis una opción más para disfrutar de la cultura y el arte de una forma original, interesante y… ¡gratuita! 😉