Clara Peeters, la pintora escondida

La relación entre las mujeres y el arte no es sencilla. Siempre que se suele hablar del papel de la mujer en la Historia del arte, se habla de musas, de su función de inspirar a artistas masculinos para crear sus obras maestras. Sin embargo, rara vez se habla de las mujeres como artistas, como creadoras.

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El Museo del Prado ha dedicado por primera vez una exposición a una mujer pintora: Clara Peeters. Esta artista flamenca fue una de las pocas mujeres que se dedicaron a la pintura en el siglo XVII, pues en esa época las féminas difícilmente podían desempeñar una actividad profesional debido a los prejuicios sociales. Se especializó en pintar bodegones, un género muy popular en ese momento. Sus cuadros de naturaleza muerta son extremadamente realistas, pero además de ello reservan algunas sorpresas para los más observadores…

Clara Peeters sabía que no era fácil destacar en un mundo de hombres, por lo que trató de visibilizarse en sus obras, firmándolas de una manera muy peculiar. Y es que en algunas de ellas, la artista pintó su propio reflejo. Si se presta la atención suficiente, en algunas piezas de vajilla puede verse el rostro de la pintora belga.

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[Detalle] Autorretratos de Clara Peeters en sus pinturas

Si os apetece ver estos misteriosos autorretratos camuflados entre las frutas, pescados y dulces representados por Clara Peeters, daos prisa. La exposición estará disponible hasta el 19 de febrero.

RABASF, el mágico lugar donde conviven Goya, Rubens y Picasso

Museos como El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen son visitas obligadas para todo aquel que visita Madrid (o, con más razón, vive en Madrid). Sin embargo, hay otros museos menos conocidos que también merece la pena visitar. Ese es el caso del museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

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‘La primavera’, obra maestra de Giuseppe Arcimboldo

Cada una de sus tres plantas alberga obras de arte de maestros como Goya, Rubens o Picasso. Las distintas disciplinas artísticas se unen en este enigmático edificio situado muy cerca de la Puerta del Sol, por lo que el visitante puede ver desde obras pictóricas hasta escultura, fotografía y material audiovisual.

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Merece la pena observar la religión y la mitología con obras clásicas de Van Dyck, Van Loo, Mengs, Rubens, Zurbarán o Murillo. Los lienzos que recrean pasajes bíblicos y mitológicos dejan paso a escenas mundanas representadas por artistas como Francisco de Goya, ya sea sobre lienzo o en grabados.

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A medida que vamos cruzando las salas y ascendiendo en el museo, avanzamos también en lo que a Historia del Arte se refiere, empapándonos de nuevos estilos con Sorolla, Josep Pla, Juan Gris y hasta con el propio Picasso. Todo esto sumado, por supuesto, a artistas actuales que exponen sus creaciones en este fascinante enclave.

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La magia de Joaquín Sorolla

Hay que destacar que, aunque yo me he referido únicamente a la exposición permanente del museo, también merece la pena visitar sus exposiciones temporales. De hecho, la primera vez que visité el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando fue cuando vi la exposición ‘Otras tauromaquias’, de la que también os he hablado. Además, si queréis conocer aún más este lugar, podéis pedir a alguien del personal que os enseñe el taller de vaciados, donde os explicarán al detalle esta técnica y os mostrarán las réplicas de obras maestras que elaboran por encargo.

Goya: ¿pintor taurino o animalista?

Me gusta hablar sobre arte y recomendar exposiciones, pero ninguna con tantas ganas como ‘Otras tauromaquias’ de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Gratis y en pleno corazón de Madrid podéis visitar esta muestra que reinterpreta la colección de grabados sobre tauromaquia de Goya.

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Siempre hemos confiado en la versión que sostiene que Goya era taurino y trataba de ensalzar la tauromaquia con esta serie, pero… ¿y si no fuera así? ‘Otras tauromaquias’ propone una nueva perspectiva según la cual el maestro Goya no admira la tauromaquia, sino que la representa en todo su horror bajo una mirada de dolor y espanto.

Pero no solo de obras de Goya se compone la exposición. Pintores, dibujantes y fotógrafos como Marina Vargas, Santiago Talavera, El Roto y Forges aportan su granito de arena a este canto contra la tortura animal disfrazada de arte.

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Incluso, hay espacio para la música con Niño de Elche, que trata de transmitir con su voz el sufrimiento al que son sometidos muchos toros. El cine también está presente en esta muestra, con la que descubrí que en el rodaje de ‘Blancanieves’, película de Pablo Berger, se asesinó a nueve toros.

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Altar en honor a los 9 toros muertos en el rodaje de la película ‘Blancanieves’

Al salir de la exposición, es difícil contener las lágrimas y no empatizar con las principales víctimas de esta tortura: los animales. Tampoco es fácil responder a la pregunta de si Goya es taurino o no. En mi opinión, creo que era una artista que representaba lo que veía. Dudo que fuera animalista o que su compromiso con esta lucha fuera contundente, pero desde luego no veía arte en la tauromaquia. En sus grabados la representaba en todo su horror, retratando a los toreros con rostros monstruosos. Son obras oscuras, tétricas e inquietantes que se alejan de Los caprichos, las pinturas más alegres del artista. Si realmente hubiera sentido atracción por la tauromaquia, ¿por qué la retrató desde la oscuridad en vez de incluirla en Los caprichos? Da qué pensar.

Localización: Calle de Alcalá, 13, 28014 Madrid

Exposición disponible hasta el 25 de mayo

8 películas que todo amante del arte debe ver

Son muchas las películas que se basan en episodios concretos de la Historia del Arte, así como en la vida y obra de los artistas más influyentes. Estas son solo algunas de ellas:

1. El loco del pelo rojo (1956)
El parecido entre Kirk Douglas y Vincent Van Gogh es asombroso, tal y como podréis apreciar en este fantástico biopic sobre la vida del genio del postimpresionismo. La película muestra las penurias de la vida de Van Gogh, así como su estrecha relación con su hermano Theo y el famoso episodio de la oreja cortada.

van gogh el loco del pelo rojo

2. La joven de la perla (2004)
Para mí es uno de los mejores papeles de Scarlett Johansson, que se pone en la piel de Griet, la sirvienta que inspiró a Johannes Vermeer para pintar su obra más famosa: La joven de la perla. No obstante, hay que saber que la película está basada en la novela de ficción homónima de Tracy Chevalier, ya que no se conocen a ciencia cierta las circunstancias reales en las que Vermeer pintó este cuadro.

La joven de la perla, película protagonizada por Scarlett Johansson

3. Mr. Turner (2014)
El arte de William Turner no siempre fue comprendido por el gran público de su época, pero aun así el pintor siguió fiel a su estilo con el que consiguió revalorizar la pintura de paisajes. No se puede reprochar nada a la interpretación de Timothy Spall, que se pone en la piel del excéntrico artista que retrató Inglaterra entre brumas y vapores.

Mr. Turner película arte

4. La sonrisa de Mona Lisa (2003)
Además de ser una película cargada de valores feministasLa sonrisa de Mona Lisa demuestra que la Historia del Arte es mucho más que un conjunto de fechas y nombres propios, sino todo un universo en el que cada cual interpreta y siente a su manera el arte.

La sonrisa de Mona Lisa

5. Big Eyes (2014)
Esta es, posiblemente, la película más cargada de sensibilidad de Tim Burton. Cuenta una historia desconocida, la de la pintora Margaret Keane y su marido Walter, que era el que firmaba los característicos retratos de niños de ojos grandes de la artista.

Big Eyes Tim Burton

6. El código Da Vinci (2006)
Basada en la aclamada novela de Dan Brown, el film parte del museo del Louvre y recorre algunos de los enclaves más relevantes del arte cristiano. En Ángeles y demonios (2009) la trama también está ligada a la Historia del Arte a través de famosas esculturas de Bernini.

El código Da Vinci película arte

7. La chica danesa (2015)
Aunque el tema principal de la película de Tom Hooper es la transexualidad del artista danés Einar Wegener, esta conmovedora historia no podría entenderse sin la carrera artística de su esposa, Gerda.

la chica danesa película arte

8. Midnight in Paris (2011)
Dalí, Picasso, Gaugin y Degas se unen a otros célebres pintores, músicos y escritores para guiar a Gil Pender (Owen Wilson) a través del París más artístico. Sin duda, una de las mejores películas de Woody Allen.

Dalí Mindnight in Paris

Mis 10 obras preferidas del Museo del Prado

Cuando se va al Museo del Prado por primera vez, a uno le inundan las ganas de verlo todo, de no cruzar la salida sin haberse plantado ante obras maestras como Las Meninas de Velázquez o La maja desnuda de Goya. Las horas transcurren deprisa y las piernas se adormecen de tanto pasear por las galerías en busca de los cuadros más famosos, fácilmente reconocibles por estar rodeados de curiosos y de grupos de turistas atentos a la explicación de su guía. Es una experiencia emocionante, pero también agotadora. Sin embargo, las siguientes visitan son diferentes. El ansia de verlo todo se ha esfumado. Caminas con calma, sin prisa, fijándote en obras que anteriormente habían pasado desapercibidas a tus ojos. Es el momento en el que disfrutas de verdad del arte.

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                                     El Museo del Prado en otoño.

No importa cuántas veces vayas al Prado, porque en cada visita descubrirás algo nuevo. Quizá sea una escultura la que capte tu atención o un pequeño lienzo el que consiga que te emociones. En definitiva, en tu mente se acumularán las razones para volver a acudir pronto.

Entre todas las obras que he ido descubriendo y redescubriendo en el que para mí es uno de los lugares más mágicos de Madrid, destacan diez. Bueno, sobresalen muchas más, pero de alguna forma tengo que acotar la lista, ¿no? Sé que me dejo en el tintero auténticas maravillas, pero he querido mojarme. Algunas de mis preferidas son de esas que salen en los libros de Historia y que enloquecen a los turistas mientras que otras acaparan muchas menos miradas, pero lo que todas tienen en común es que me han hecho sentir algo especial al contemplarlas. Espero que os guste mi selección y os animo a compartir conmigo vuestras preferencias.

10. Santa Catalina (Fernando Yáñez de la Almedina)
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Este imponente cuadro llamó mi atención desde el primer momento. Representa a Santa Catalina, una noble romana que destacó por su inteligencia y su capacidad de convencer, razón por la que el emperador la mandó ejecutar. Me interesan mucho las obras que visibilizan a las grandes mujeres de la Historia, porque a pesar de la discriminación, las hubo. Además, la bella combinación de colores y el equilibrio de las proporciones al más puro estilo renacentista hacen que sea una de mis creaciones artísticas españolas favoritas.

9. Martirio de San Felipe (José de Ribera)
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Guardo un especial cariño hacia esta obra porque fue la que me tocó analizar en el examen de Selectividad. La influencia del maestro Caravaggio es obvia y, cada vez que observo el rostro de San Felipe, casi puedo sentir su desesperación y su dolor. No son muchos los artistas que consiguen que las emociones traspasen del lienzo de esta forma.

8. El diluvio universal (Jan van Scorel)
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Los holandeses fueron otros maestros en el arte de captar las emociones humanas. La escena de esta obra es trágica y representa el sufrimiento de la civilización al sucumbir tras el castigo divino a la humanidad: el diluvio universal. La imagen está plagada de detalles que narran con precisión y pasión el conocido pasaje bíblico.

7. Las Edades y la Muerte (Hans Baldung Grien)
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La muerte y la fugacidad de la vida eran las preocupaciones más acuciantes y los temas más recurrentes de los artistas del Renacimiento. Son muchas las obras las que han tratado de dar forma a estas temáticas mediante obras de fuerte carga simbólica, aunque para mí este óleo de Baldung Grien es el que mejor lo representa. Cada vez que miro el rostro de las tres mujeres, siento agobio, rechazo y hasta preocupación. Y esos son precisamente los síntomas de que el autor ha hecho bien su trabajo.

6. El triunfo de la Muerte (Pieter Brueghel el Viejo)
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No es que esté obsesionada con la muerte, pero reconozco que esta representación tan macabra del pintor holandés siempre me ha fascinado. Podría pasar horas analizando cada detalle, pues este cuadro se compone en realidad de decenas de obras, distintas escenas que se unen para escenificar un paisaje infernal.

5. David vencedor de Goliat (Caravaggio)
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Caravaggio. No necesito dar más razones para incluirla en mi Top Ten.

4. El paso de la laguna Estigia (Joachim Patinir)
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Tengo que reconocer que los cuadros que más me atraen son aquellos en los que aparecen personas. Me da igual que sean retratos, escenas bíblicas o mitológicas o, simplemente, situaciones cotidianas, pero admito que el universo de las emociones humanas me encanta. Sin embargo, creo que la pintura de paisajes está en ocasiones infravalorada y que hay auténticas maravillas de este género en las paredes del Prado. Una de ellas es esta obra de Patinir, de una belleza hipnótica.

3. El descendimiento (Rogier van der Weyden)
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Cientos de artistas han inmortalizado en un lienzo el momento del descendimiento de Cristo de la cruz, pero ninguno lo ha hecho como él. Este maestro de la pintura flamenca no solo ha creado una composición armónica y plagada de simbolismos, sino que los rostros de los presentes son los más expresivos que he visto jamás en una obra pictórica. El nivel de detalle es exquisito y lo podéis comprobar en las propias lágrimas, que parecen deslizarse de verdad por el rostro cargado de sufrimiento de sus dueños.

2. Perro semihundido (Franciso de Goya)
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Se puede llorar con un libro, con una película y también con una obra artística. Os aseguro -y no quiero parecer cursi- que no soy capaz de contener las lágrimas al observar este cuadro en directo. Con una sencillez abrumadora, Goya consigue representar todo el horror de la guerra y la miseria que atravesó España en el siglo XIX. Esto es arte en estado puro.

1. El jardín de las delicias (El Bosco)
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Me ha costado mucho decidirme y he dejado fuera de la lista obras maravillosas de artistas como Tiziano, Rafael, Velázquez o El Greco. Sin embargo, creo que es este cuadro el que consigue que me quede sin aliento cada vez que lo veo, el que hace que admire la grandeza y el sentido del arte, el que alimenta mis deseos de perderme en cada una de sus escenas paradisíacas e infernales. El Bosco fue un maestro del detalle y de la creatividad y en esta obra supo hacer explotar todo ese ingenio para escandalizar y encandilar a los espectadores a partes iguales.

Disfrutad del Museo del Prado, disfrutad del arte y disfrutad de mirar más allá.

Movimiento PUNK: cuando la música y el arte confluyen

Como mostoleña que soy, me siento orgullosa de la oferta cultural del Centro de Arte Dos de Mayo. Desde marzo, todos los habitantes y visitantes de la localidad pueden disfrutar de la exposición ‘PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo’, una muestra que estará disponible hasta el 4 de octubre. Personalmente, me ha parecido una colección muy interesante que retrata a la perfección las características del movimiento punk. Y es que el punk es algo más que el estribillo de ‘Anarchy in the UK’ y que la estética de los seguidores de este rompedor estilo musical. Es lucha, concienciación y acción por el cambio. Es caos y unión, protesta y liberación. Y, como no podía ser de otra manera, estos valores se volcaron en el arte de los años 70.

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El inconformismo y la crítica social pueden apreciarse desde en las feroces pinceladas de Basquiat en ‘Beast’ (1983) hasta en los carteles plagados de referencias políticas y sexuales. El arte punk jugaba con los contrastes, con el impacto y hasta con la exaltación de lo antiestético como demuestra Paul McCarthy con la performance ‘Pinocchio house’, en la que emplea sustancias como la mayonesa, el chocolate y la salsa de tomate para hacer un símil del semen, las heces y la sangre.

'Pinocchio house' (Paul McCarthy, 1994)

‘Pinocchio house’ (Paul McCarthy, 1994)

Otra de las luchas protagonistas del movimiento punk fue la liberación de la mujer, sobre todo en el ámbito sexual. Las artistas femeninas de la época conocidas como Guerrilla girls, expresaron su rabia hacia el patriarcado y la discriminación a través de pinturas, dibujos, carteles y esculturas. Y, por supuesto, también mediante la música y la creación de fanzines. Estas reivindicaciones llegaron aún más lejos y en los años 90 hicieron cristalizar el movimiento Riot Grrrl con el que pretendían incorporar el feminismo a la música punk y rock, unos géneros tradicionalmente masculinos.

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Lo más apasionante del arte, más allá de la técnica y de los artistas más célebres y famosos, es precisamente su carácter social. La cultura en general es como una esponja que absorbe los ideales y propósitos de las personas de cada época para conservarlos para siempre. Gracias a la literatura, al arte y al cine podemos comprender mejor el pensamiento de la sociedad de otros momentos históricos. Somos capaces, en definitiva, de ponernos en la piel de otras personas.

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‘Big Eyes’, el arte firmado con el corazón

Por fin -y digo «por fin» porque llevaba muchísimo tiempo esperando- he visto ‘Big Eyes’. Como muchos ya sabréis, esta joya de Tim Burton se basa en la vida de Margaret y Walter Keane, una pareja de pintores nada convencional. Realmente, la mayor artista es ella, Margaret, cuyo estilo expresionista se caracteriza por el culto a las emociones, representadas mediante los grandes ojos de los protagonistas de sus retratos, principalmente mujeres y niños.

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La película es preciosa visualmente hablando y capta la esencia y la magia de los años 50 y 60. Además, también reflexiona sobre el propio concepto de arte, como ya hemos hecho anteriormente en este blog. ¿Es que solo puede considerarse arte a todas aquellas obras aceptadas por la Academia? ¿No puede ser arte todo aquello que gusta y hace sentir al gran público, como los emotivos retratos de ojos grandes de Keane? Como siempre, el debate está servido.

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Tim Burton junto a obras originales de Margaret Keane

Otro punto muy interesante de ‘Big Eyes’ es precisamente su protagonista: una mujer. El mundo artístico -y el ámbito cultural en general- ha ignorado a las mujeres a lo largo de la Historia. De hecho, Margaret firmaba sus cuadros con el apellido de su marido, pues era consciente de que un cuadro pintado por una mujer no se vendía tanto ni gozaba del mismo reconocimiento que un cuadro con autor masculino. Esto es algo similar al caso de la escritora J.K Rowling, que empleó sus iniciales en los libros de ‘Harry Potter’ para no desvelar su identidad femenina. Los prejuicios hacia las mujeres siguen existiendo y la cultura aún no ha logrado escapar de ellos, ni siquiera hoy.

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Amy Adams es la actriz que da vida a Margaret, toda una responsabilidad, pues el vínculo afectivo entre la pintora y su obra es enorme y ese sentimiento debía palparse en la película -y se consigue-. Christoph Waltz interpreta a su marido, Walter Keane, un personaje muy peculiar al que os aseguro que odiaréis.

Dicho esto, espero que disfrutéis con esta producción si no la habéis visto y, sobre todo, que sigan creándose películas sobre el mundo del arte.

El valor del arte

Aprovechando que estos días se celebra la Fiesta del Cine y las entradas tienen un precio (por fin) asequible, acudí ayer a ver ‘El viaje más largo’. Este largometraje es una adaptación de una novela de Nicholas Sparks, autor de best-sellers como ‘El diario de Noah’ y ‘Querido John’. Pero si os hablo de esta bonita y lacrimógena película aquí es porque hubo una escena concreta que me hizo reflexionar sobre el mundo del arte (o, mejor dicho, sobre el mercado del arte). Sin ánimo de hacer spoilers, solo os diré que en la película se subastan varios cuadros y hay uno de ellos por el que nadie quiere pujar. ¿La razón? Que a pesar de su carga sentimental, no está firmado por ningún artista famoso. No es un Warhol, ni un Pollock, ni un Picasso, así que no interesa. A nadie parece importarle el contexto, la técnica o la pintura en sí. Si no pertenece a un genio del arte, no merece la pena desembolsar ni un dólar.

Realmente, ¿todas las obras de arte se miden por el mismo rasero? Esta escena, sumado a algunas experiencias propias, me hace pensar que no. El arte tiene muchas funciones, una de ellas el disfrute y la generación de sensaciones, y creo que es por eso por lo que debería valorarse. Si observamos, por ejemplo, la pintura de un paisaje y nos dicen que es de Turner y Patinir, suspiraremos extasiados y admiraremos su calidad. Pero si ese mismo cuadro lo encontráramos en un sótano o en un mercadillo y el autor fuera anónimo, no le prestaríamos la mínima atención a pesar de que la imagen sea exactamente la misma. Y en esta hipocresía acabamos cayendo todos.

También podemos elegir como ejemplo el Museo del Prado, uno de los museos más importantes del mundo por las numerosas obras de grandes artistas de la Historia del Arte que alberga. Es frecuente ver a decenas de personas situadas ante ‘Las Meninas’ con rostro concentrado y a guías turísticos que narran la historia de la pintura. No cabe duda de que el valor de esta obra es incalculable, pero no debe cegarnos y hacernos ignorar otras obras maravillosas de Velázquez como sus retratos de bufones, por ejemplo. Lo mismo sucede con Goya: no hay nadie que se marche del Prado sin observar durante mínimo cinco minutos ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’, aunque quizá no dedique ni una sola mirada a obras de la colección Pinturas negras como ‘Perro semihundido’, una impactante pintura reflejo de la crisis del siglo XIX español.

Con este artículo no trato de restar importancia a grandes obras como ‘Las Meninas’, ‘Las tres gracias’ o ‘La noche estrellada’, impresionantes creaciones que todos deberíamos contemplar si tenemos la oportunidad, pero sí que quiero llamar la atención sobre el significado y el valor que le damos al arte. Está muy bien elogiar a artistas famosos, pero también hay que creer y dar una oportunidad a los menos conocidos. Hay que valorar una obra por su calidad y por lo que transmite, independientemente de su firma, porque el mundo del arte es mucho más que un mercado. Y, si mirásemos un poco más hacia nuestro alrededor y hacia lo desconocido, nos sorprenderíamos.

Muchas fotos, pero pocas miradas

                Muchas fotos, pero pocas miradas

El arte de la escritura en el museo de la Biblioteca Nacional

Al hablar de arte, se nos suelen venir a la mente lienzos de Rubens, esculturas de Miguel Ángel o imponentes basílicas y catedrales. Pero nada de esto hubiera sido posible sin el principal vehículo de la cultura: la escritura. Pero no solo el ámbito cultural ha sido el gran beneficiado, pues la escritura es, ante todo, un instrumento de comunicación, un fuerte y valioso nexo social. Por esta labor y por su papel de testigo del pasado e impulsora del futuro, la Historia de la escritura está recogida en numerosos museos del mundo. Hace unos días, yo visité concretamente el museo de la Biblioteca Nacional, situado en el corazón de Madrid. El edificio de la Biblioteca luce imponente con sus columnas corintias y sus infinitas escaleras salpicadas de esculturas de genios como Miguel de Cervantes, pero la auténtica magia está dentro. Si ya de por sí las profundidades de la Biblioteca resultan impresionantes, las exposiciones que ofrece su museo embriagan a los visitantes, sobre todo teniendo en cuenta las obras de arte que albergan.

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Comencé mi visita al museo de la Biblioteca Nacional adentrándome en su exposición permanente, ‘Conoce el Museo’, para aprender más sobre este importante templo cultural de la capital. Me llamaron la atención muchas cosas, como el suntuoso atuendo de los bibliotecarios en los orígenes de la institución o el ambicioso proceso de construcción, que contó con los servicios de populares arquitectos y escultores. Pero, sin duda, lo más apasionante fue ver la evolución del funcionamiento de puertas para adentro. En un principio, solo los más ricos, cultos y poderosos podían acceder a los documentos que albergaba, pero más adelante el servicio de consulta también fue accesible para las mujeres, tradicionalmente alejadas del mundo cultural, así como a obreros y estudiantes. La Biblioteca Nacional se convirtió así en un espacio tanto de estudio como de disfrute, pero también en todo un centro cultural en el que se elaboraban importantes trabajos y obras.

Precisamente en su primera sala, en una de las paredes hay un cronograma de la historia de la Biblioteca, un recorrido desde su nacimiento hasta la actualidad que va parejo a los cambios históricos (como por ejemplo, las distintas formas de gobierno de España o los conflictos bélicos nacionales e internacionales) y a las novedades científicas y culturales (desde el primer premio Nobel español hasta la creación de Google). Con esto quiero destacar que no se puede comprender el desarrollo de una institución de este tipo sin conocer su contexto político, económico, social y cultural. Y, en este sentido y desde una visión subjetiva, la Biblioteca Nacional se ha adecuado bien a los cambios y a las necesidades de la sociedad. Un ejemplo de ello es la evolución de sus herramientas de búsqueda, catalogación y consulta, cada vez más adaptadas al ecosistema digital. Y es que el mundo de la escritura y la lectura se mueve y se ve impulsado precisamente por los cambios y las necesidades sociales, por lo que los espacios culturales no pueden permanecer ajenos a ellos.

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Tras este viaje a las entrañas de la Biblioteca Nacional, las siguientes salas se vuelcan en la escritura en general. El museo tiene el claro objetivo de enseñar a sus visitantes la causa del surgimiento de la escritura y de los avances relacionados con ella, como la invención de la imprenta, así como mostrar los soportes y los instrumentos que han hecho posible su desarrollo a lo largo de los siglos. Me resultó de gran interés poder ver códices escritos en distintas lenguas, como el chino o el griego, pero también me gustó conocer sistemas de comunicación adaptados a personas ciegas o con algún tipo de disfunción psicológica. No solo había documentos escritos, por ejemplo, bajo las normas del alfabeto braille, sino máquinas que hacían posible estos tipos de escritura, lo que incide una vez más en la función social de la escritura –y, por supuesto, en los distintos nichos de mercado de la cultura escrita-.

Otro de los aspectos que pueden explorarse en el museo son los soportes de la escritura. Muy atrás han quedado ya los rollos de papiro y pergamino, que para desembocar en los actuales e-books tuvieron que transformarse en los cómodos códices, primero manuscritos y, más adelante, impresos. Esto, sin duda, influye en los hábitos de lectura y escritura, pues nada tienen que ver tampoco las antiguas cañas y plumas con los bolígrafos de tinta incorporada y, ni mucho menos, con los ordenadores y los smartphones.

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Una de las preguntas que me hice antes de llegar al museo fue la siguiente: “¿Cuál es el libro más antiguo que alberga el museo?”. El códice de Metz es la pieza que ostenta este título y, por suerte, tuve la oportunidad de ver este tratado de astrología del siglo IX en una de las salas. Además, también pude conocer algo más sobre los beatos, los códices manuscritos exclusivos de la Edad Media española, pudiendo ver también algunos ejemplares. Y, a propósito de obras icónicas, en algunas de las vitrinas descansaban ediciones de ‘Follas Novas’, ‘El Quijote’ o ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Pero la literatura no es la única que marca la Historia del mundo, sino también la prensa, por lo que sentí especial emoción al ver el primer número de antiguos periódicos como ‘El imparcial’ o ‘La gaceta de Madrid’. Resulta increíble cómo ha cambiado también el mundo del periodismo, en el que se ha pasado de los periódicos en papel en formato sábana a las webs y apps de los medios de comunicación.

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Por último, quería finalizar la narración de mi recorrido con las exposiciones temporales, muy variadas e interesantes. Una de ellas es ‘De la geometría a los pespuntes’, que muestra cómo la moda ha influido en la cultura y destaca sobre todo el papel de las mujeres en este ámbito, donde fueron menos invisibilizadas que en el resto de espacios culturales. Otra está dedicada a un personaje esencial en la Historia de la escritura, Aldo Manuzio, en la que pude ver algunos ejemplares de libros de autores clásicos como Petrarca imprimidos por este empresario veneciano, además de los libros de bolsillo que promovió y que tuvieron tanto éxito en la sociedad lectora. Con la que disfruté especialmente por su gran carga nostálgica fue con la exposición sobre el cuento popular de Hansel y Gretel, ya que pude observar ediciones y versiones del cuento de distintas épocas y zonas del mundo, presentadas en formatos muy variados como collages, además de ilustraciones de artistas contemporáneos. En último lugar, me dejé embriagar por el misticismo de la muestra dedicada a Teresa de Jesús y a su legado literario, testimonio de la importancia de los religiosos en la conservación y el avance de la cultura.

Los que estéis por Madrid esta Semana Santa tenéis una opción más para disfrutar de la cultura y el arte de una forma original, interesante y… ¡gratuita! 😉

‘Mr. Turner’: belleza hecha cine

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‘Lluvia, vapor y velocidad’ – J.M. William Turner, 1844

La imagen que encabeza este post es, posiblemente, la obra más conocida de Turner, uno de los pintores románticos más destacados. Lo que más llama la atención del artista inglés no son tanto los temas que trata, que suelen resumirse en escenas marinas (como el célebre ‘El naufragio’), sino su técnica. En una época en la que los cánones de la Academia asfixiaban la creatividad de muchos pintores, obligados a representar temas muy manidos como las escenas bíblicas o mitológicas con la mayor exactitud posible, Turner revolucionó el panorama artístico con sus pinceladas sueltas y sus figuras difuminadas, que recordaban a la niebla que cubría la ciudad donde pintaba y vivía, Londres. Además, Turner ensalzó y dio prestigio a un género denostado: el paisaje.

Además de dejar un legado pictórico inigualable, Turner tuvo una vida muy intensa e interesante. Precisamente en ello se centra ‘Mr. Turner’, la película sobre la que quería hablaros. En ella se representa a la perfección la estrecha relación entre Turner y su padre, que muchas veces era el que le compraba pinturas y más material para elaborar sus cuadros. Por eso, su muerte supone un durísimo golpe para el pintor inglés, que le hace aislarse en ocasiones de la sociedad. La película también muestra el declive del pintor y las críticas que recibió de la sociedad y de la Academia, sobre todo cuando su técnica se tornó aún más difusa (en gran medida a causa de su ceguera), anticipando el futuro impresionismo. A pesar de que la pintura era su gran pasión, en su vida también hubo sitio para el amor, que llegó cuando conoció a Mrs. Booth, aunque también mantuvo una más que cercana relación con su doncella.

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Por supuesto, recomiendo esta película a todo el que quiera conocer mejor la vida y la pintura de Turner así como a todo amante del arte en general. Eso sí, tengo que reconocer que es una película larga (2 horas y media, nada más y nada menos) y que en ocasiones se hace muy lenta. Aun así, creo que la falta de ritmo se compensa con su maravillosa fotografía, con las explicaciones técnicas del estilo de Turner, con la aparición de muchos otros artistas famosos de la época como John Constable y con la genial actuación de Timothy Spall.